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Gabriella Tami · Doctora en Veterinaria y Máster en Etología
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Cuando es hora del paseo, jugar a lanzar la pelota esperando que tu perro la capture y la traiga es uno de los juegos más populares1,2. Sin embargo, hoy en día se han empezado a cuestionar los beneficios físicos y mentales de este pasatiempo. Más allá de los que lo consideran esta actividad número uno a la hora de estimularlo, también hay quien está en contra. Vamos a ver cómo se puede jugar al cobro de objetos de forma saludable.
Perseguir una pelota en movimiento, atraparla con la boca y transportarla son diferentes fases de la secuencia predatoria del lobo. De hecho, hasta un lobezno puede reaccionar a una pelota que se aleja corriendo e intentar atraparla3. En algunas razas, como el Golden Retriever, el Labrador Retriever y el resto de las razas seleccionadas para el cobro, estas fases de la secuencia predatoria están especialmente desarrolladas. Sin embargo, muchos más perros, independientemente de su raza, pueden entusiasmarse detrás de una pelota.
De hecho, cuando se trata de jugar, cada uno parece tener sus propias preferencias que son el resultado de sus tendencias naturales y de lo que han ido aprendiendo, por ejemplo, jugando con las personas. Así pues, hay los “forofos” de la pelota, los que solo quieren jugar al tira-y-afloja, los que solo quieren jugar… Da igual el juego e incluso los que no muestran interés especial cuando se trata de jugar4.
A la hora de empezar a jugar a pelota, muchos perros muestran una atracción natural por el objeto en movimiento. En cambio, la parte que no sale “tan natural” es traerla y, para que el juego pueda seguir, tiene que aprender en qué dirección transportar a su “presa” o, si no, quien juegue a coger y traer la pelota serás tú.
El juego del cobro se suele realizar con una pelota, un frisbee, y otros juguetes que se puedan coger con la boca y transportar. Y a veces no es solo un juego: hay deportes caninos basados en cobrar objetos, como el disc dog y el flyball.
El disc dog se basa en capturar, traer y soltar el frisbee o disco y, dependiendo de la modalidad, lo que cuenta es el número y la distancia de discos capturados en un tiempo determinado (Toss & Catch). Algunos aspectos de una verdadera coreografía donde lanzamientos y capturas del disco se realizan en figuras complejas ejecutadas a ritmo de música (Freestyle).
En cambio, el flyball es un deporte de alta velocidad en la que el perro tiene que acelerar en cuestión de segundos, saltar encima de cuatro saltos alineados, dar la vuelta e impulsarse en una caja puesta al final del recorrido y de la cual va a salir disparada una pelota. Debe atrapar la pelota y volver a hacer el camino de la ida, otra vez a toda prisa y, esta vez, con la pelota en la boca. No hace falta decir que la velocidad es un aspecto importante de la puntuación.
El hecho de correr detrás de una pelota, atraparla y traerla de vuelta puede ser una manera divertida de hacer ejercicio y de compartir una actividad placentera con tu perro. Como otros tipos de juegos, jugar a pelota ayuda a fortalecer el vínculo entre tu perro y tú. Además, bien empleado, puede servir para entrenar algunas habilidades importantes en él, como el autocontrol, y se puede utilizar incluso para modificar algunas conductas problemáticas. Teniendo en cuenta que una pelota lanzada en el momento y en el lugar adecuados podría servir para reforzar conductas que nos interesan o para desviar la atención del perro.
Por si estas ventajas fueran pocas, además, atrapar y devolver una pelota es un juego movido para el perro, pero no tan movido para la persona y esto puede llegar a ser una ventaja en algunas situaciones. Claramente para disfrutar de estas ventajas, es necesario que le guste este tipo de juego y que se sigan unas “reglas saludables” para sacar el máximo partido de ese pasatiempo minimizando sus riesgos.
Acelerar de forma repentina, frenar bruscamente, echar el cuello hacia atrás para atrapar la pelota, y luego llevar todo el peso hacia delante y, a veces, incluso hacer giros “atrevidos” con el cuerpo son movimientos que pueden favorecer lesiones físicas. Los riesgos de sufrir dichas lesiones aumentan si el juego ha empezado sin un calentamiento previo, si el perro ya está lesionado, o tiene sobrepeso, está en crecimiento y/o posee una conformación física “delicada”. Por ejemplo, a la hora de hacer actividad física no es lo mismo tener la estructura de un Teckel o de un Basset Hound, con una desproporción entre la longitud de las patas y de la espalda, que un físico más equilibrado.
Además, si el juguete es pesado, durante el cobro se altera la distribución del peso entre patas delanteras y traseras y esto supone un estrés adicional para articulaciones, músculos y tejidos del perro y, por lo tanto, un mayor riesgo de sufrir lesiones5. Pero más allá de las lesiones debidas a los esfuerzos repetitivos, a los movimientos exagerados o a un mal gesto, una sesión de juego “mal planteada” puede favorecer otros problemas físicos, como golpes de calor por sesiones muy movidas en temperaturas altas y/o con perros predispuestos a padecerlo, e incluso lesiones por colisionar con obstáculos. Algunos perros parecen olvidarse de lo que les rodea cuando están concentrados detrás de una pelota.
Algunos perros desarrollan una verdadera “fijación” por la pelota u otro juguete y repiten una y otra vez la conducta de abalanzarse sobre ella, de lanzarla al aire, de mirarla fijamente o prestarle una atención excesiva. Esto sucede cuando te das cuenta de que hay algo raro en su comportamiento porque tiende a pasar de todo lo demás y si escondes la pelota, se queda pendiente de ella hasta que vuelva a aparecer6. Además, darle lo que busca, en lugar de poner fin a su conducta de búsqueda, la puede empeorar sin querer6.
Si jugar a pelota con tu perro se traduce en una secuencia continua de lanzamientos y recogidas para intentar cansarlo en el menor tiempo posible y volver a la rutina, la persecución del juguete una y otra vez puede provocar una subida descontrolada del nivel de excitación, en lugar de lograr un entretenimiento que facilite su descanso posterior.
En presencia de otros perros, ya sean de la familia o se trate de desconocidos del pipican, este juego puede ser el origen de un conflicto. Una pelota en movimiento podría provocar “robos” o competiciones que pueden acabar en una pelea y quien se queda con el juguete no siempre es su legítimo propietario.
En primer lugar, hay que ser conscientes que este juego no es idóneo para cualquier perro. Evita este juego si el perro está especialmente expuesto al riesgo de sufrir lesiones físicas, por ejemplo, tiene una lesión, artrosis, o si, cuando sacas la pelota, no es capaz de atender a nada más. Si eliminas este tipo de juego, verás que poco a poco irá recuperando su interés por los paseos, por el resto de los perros del parque, etc. Y eso siempre será mucho más saludable que focalizar toda su atención y energía en un objeto de cobro. Si tu perro tiene una fijación con la pelota u otro juguete, es mejor que te pongas en contacto con un etólogo.
Lanzarle la pelota puede ser una actividad muy beneficiosa siempre y cuando se realice de manera equilibrada y segura. Es importante recordar que cada perro es diferente y que lo que funciona para uno puede no funcionar para otro. Si decides tirarle la pelota, aquí hay algunos consejos para hacerlo de manera segura y efectiva:
Escoge el momento y el lugar adecuado para jugar
Escoge el material adecuado
Calienta siempre antes y estira la musculatura después
Cuidado con cómo lanzas la pelota
Evita los lanzamientos repetidos
Cuidado si hay otros perros
Aprovecha el juego para reforzar la espera y el autocontrol del perro
Hay mucho más que jugar a pelota
A pesar de la pasión que levanta en muchos perros jugar a la pelota, no está exento de peligros. Seguir algunas “normas” básicas puede ayudar a reducir el riesgo de sufrir algunas lesiones físicas, de acabar sobreexcitado o de volverse demasiado pendiente de la pelota, y así poder disfrutar del juego juntos.
1. Rooney, N. J. (1999). Play behaviour of the domestic dog Canis familiaris, and its effects upon the dog-human relationship (Doctoral dissertation, University of Southampton).
2. Rooney, N. J., & Bradshaw, J. W. (2003). Links between play and dominance and attachment dimensions of dog-human relationships. Journal of applied animal welfare science, 62, 67-94.
3. Wheat, C. H., & Temrin, H. (2020). Intrinsic ball retrieving in wolf puppies suggests standing ancestral variation for human-directed play behavior. iScience, 232, 100811.
4. Tóth, L., Gácsi, M., Topál, J., & Miklósi, A. (2008). Playing styles and possible causative factors in dogs’ behaviour when playing with humans. Applied Animal Behaviour Science, 114(3-4), 473-484.
5. Bockstahler, B., Tichy, A., & Aigner, P. (2016). Compensatory load redistribution in Labrador retrievers when carrying different weights–a non-randomized prospective trial. BMC Veterinary Research, 12, 1-6.
6. Luescher, A. U. (2003). Diagnosis and management of compulsive disorders in dogs and cats. Veterinary Clinics: Small Animal Practice, 332, 253-267.
7. Baltzer, W. (2012). Preventing injury in sporting dogs. Veterinary Medicine, 1074, 178-183.